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La casa nido en un divorcio es una alternativa de custodia que suena interesante, pero que también plantea varios desafíos. ¡Te lo contamos todo!
Montserrat Martin | 01.09.2025
¿Te han hablado alguna vez de la “casa nido” en casos de separación o divorcio? En este post te explicamos en qué consiste, qué ventajas tiene y qué puntos debes tener en cuenta antes de decidirte por ella.
La casa nido es un sistema de custodia compartida en el que los hijos e hijas se quedan siempre en el domicilio familiar y son los progenitores quienes se turnan para vivir con ellas y ellos, según el periodo de custodia que les toque (por ejemplo, semanas alternas). Así se evita que los menores tengan que estar cambiando de casa cada poco tiempo.
La principal ventaja es clara: las y los menores mantienen su entorno y rutina, lo que les ayuda a afrontar mejor la separación o el divorcio de sus progenitores.
Sin embargo, este modelo también implica que cada persona adulta debe tener otra vivienda para los periodos en los que no le corresponde la custodia. Eso puede suponer un gasto considerable y, en la práctica, no todas las familias pueden permitírselo.
Además, la comunicación entre las personas adultas responsables debe ser muy buena. Es imprescindible llegar a acuerdos sobre la gestión del hogar compartido y el día a día en la casa nido. Si la relación entre los progenitores no es fluida, pueden surgir tensiones y malentendidos, sobre todo si hay nuevas parejas de por medio.
En una sentencia reciente, el Tribunal Supremo aconseja que los tribunales sean cautos al establecer la casa nido, ya que considera que este sistema puede generar conflictos y acabar afectando negativamente a las y los menores.
Por eso, el Supremo señala que la casa nido solo debería aplicarse si ambas personas progenitoras lo acuerdan expresamente, tienen solvencia económica suficiente para mantener tres viviendas y cuentan con buena capacidad de diálogo para gestionar el día a día.
La casa nido no es una fórmula válida para todas las familias. Resulta útil solo en situaciones muy concretas, donde hay entendimiento y capacidad económica. Lo mejor es analizar cada caso particular para elegir la opción de custodia compartida que mejor se adapte a las necesidades de las y los menores y de la familia.
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