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Barcelona, 21 de diciembre de 2016.- La Navidad es la época del año en que más juguetes se compran como regalo para los más pequeños y, en esta ocasión, la tecnología está permitiendo que muchos de estos juguetes sean capaces de interactuar con los usuarios, tengan conectividad a Internet y se puedan manejar a través de la conexión con un Smartphone. Pero, muchos de estos, como la muñeca Cayla y el robot i-Que, presentan graves fallos de seguridad y ponen en riesgo la privacidad de los menores, según un estudio del Consejo de Consumidores Noruego (Forbrukerradet) y que tal y como recuerda la abogada de ARAG, Alicia Delgado, “en países como Holanda y Bélgica ya han empezado a retirar estos juguetes de las tiendas”.
Cualquier producto que se conecte a Internet, explica Delgado, “puede ser objeto de ataques por parte de ciberdelicuentes”. Así que la abogada de la compañía de seguros propone, como medida preventiva, “conocer las características del juguete, sus servicios y opciones de privacidad”.
Además, la compañía ARAG aconseja a los padres adoptar 7 medidas básicas para aumentar el nivel de seguridad de los ‘smart toys’:
Cualquier conversación que el menor cuente a la muñeca Cayla, por ejemplo, se transfiere a la empresa estadounidense ‘Nuance Comunication’, dedicada a tecnologías de reconocimiento de voz, reservándose esta empresa el derecho de cesión de dichos datos a terceros y para distintos objetivos, tal y como reveló el Consejo de Consumidores de Noruega. No olvidemos que la Normativa de Protección de Datos en España indica que para el tratamiento de los datos de los mayores de 14 años se precisa su consentimiento y para los menores de 14 años se requiere el de los padres o tutores.
Además, según la abogada de ARAG, Alicia Delgado, “esto supone una clara colisión con los derechos más fundamentales de la persona ya que la Agencia Española de Protección de Datos se ha pronunciado en múltiples ocasiones acerca del valor de la voz de las personas como ‘datos personales’ precisando para su uso, cesión o acceso el consentimiento directo, expreso e inequívoco de su titular y, en este caso, hablamos de unos destinatarios menores de edad”.
La política de uso de estos juguetes requiere que el usuario acepte que sus datos puedan ser utilizados para publicidad y ser compartidos con terceros no identificados. Delgado apunta que “los fabricantes de estos juguetes no obtienen el consentimiento de los padres antes de recoger las grabaciones de voz y otros datos personales”.